martes, 31 de mayo de 2016

Caminando Arteaga y encontrando la vida...Coahuila

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Iglesia de San Isidro Labrador
A sólo 18 kilómetros de Saltillo se encuentra Arteaga.

El recorrido en tranvía de Saltillo a Arteaga nos permitió la vista de gran parte de la Sierra Madre Oriental. Afortunadamente para nosotros un par de días antes había ocurrido una nevada en la zona. La vista de la Sierra nevada nos acompañó durante todo el recorrido.

El recibimiento inmediato de Arteaga fueron sus productos artesanales. Los dulces típicos de la región y sus licores de frutas fueron el mejor recibimiento que pudiéramos tener. En La Tiendita de Mariela aprendimos un poco la manera en que los productores de la región se han organizado para ofrecer a los visitantes una deliciosa variedad de conservas y productos artesanales entre las que destacan las mermeladas de chabacano, ciruela e higo, licores de varias frutas y cremas de una amplia variedad de sabores, ates y conservas.

Dulce típico en mano, en mi caso, cocada con mango y chilito, procedimos a recorrer el lugar. Calles empedradas que conducen al primer edificio del pueblo mágico: La iglesia de San Isidro Labrador.

Las acequias fueron lo primero que nos dejaron embobados. Agua cristalina y corriendo a flor de calle. Acostumbrados a ver ya sólo el agua en recipientes embotellados, la vista del agua cristalina de las acequias de Arteaga fue sobrecogedora. Evidentemente la vida en una región desértica obliga a sus habitantes a tratar de manera diferente tan preciado líquido. Tache para los citadinos que en mucho hemos perdido tantas cosas, entre ellas la sensibilidad a lo realmente valioso.

arteaga-1

Las acequias corren a lo largo y ancho del pueblo. El sonido del agua en los canales acompaña a la vegetación que habita el lugar. Nuestra caminata en Arteaga era diferente. Entre agua, vegetación, aire e historia. ¿Se puede pedir algo más?

arteaga

Arteaga (y Saltillo) tiene en su haber parte de un capítulo de la historia de México que no es muy conocido: La presencia tlaxcalteca en el norte del país.

Y la visita la hicimos un lunes....el choque para nuestros pobres cerebros fue mucho. Aire limpio, cero tráfico o tránsito, cero aglomeraciones. A esa misma hora, en el D.F. estaríamos nosotros a punto de matar a alguien.

¡¡Dios, porqué nos has abandonado!!

Lágrima en mano decidimos seguir caminando un poblado que entrega mucho de lo que los habitantes de las grandes ciudades ya no tenemos: paz y tranquilidad.

Arteaga se puede preciar de ser un lugar lleno de encanto y belleza. Naturaleza y amabilidad. Recorrer sus calles empedradas y apreciar la tranquilidad de sus habitantes nos hace recordar todo lo que hemos perdido. La oportunidad de disfrutar los placeres más sencillos de la vida.

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Molino de Belén


La charla histórica sobre la migración tlaxcalteca, la visita al Bosque de Monterreal y su pista para esquiar tendrán que esperar. Caminar Arteaga nos lleva a la belleza de la vida; sus bosques, su gente, su gastronomía y su entorno son el marco perfecto para reconciliarse con esa vida que hemos perdido.

Visitemos Arteaga y reencontremos la belleza de la vida.

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